miércoles, 17 de septiembre de 2008

Adelaida II

Una piel pulida se asomaba por la calle Mortario. La brisa nocturna hacía ver a Adelaida más bella aún. Sus collares de perlas estaban trizados y su mirada exaltada convertía cada uno de sus alocados pasos en ventiscas rudas casi como abanicos gigantes. El temblor de sus zapatos de cuero ornamentado con hebillas de plata era inconsciente, y aunque dada la oscuridad que la rodeaba era casi imposible distinguirla, la sola espera de la novia amarrada hacía que todos voltearan a mirarla y se asombraran gracias a su extravagante atuendo. Al divisar Adelaida a Emilia la entrevista con un caluroso abrazo, acariciándola en ambas mejillas, luego en las manos y terminando con un apasionado besar , sediento en noches de sequía carmesí. Adelaida pregunta sobre todo el tiempo en que no se han concertado a Emilia, interrogándola de una manera casi invasiva, a la que la bella pelirroja responde con una caricia en el hombro de Adelaida invitándola a entrar al lujoso apartamento. Las bocinas de los autos rechinaban y los faroles que Adelaida había atenuado con su belleza volvían a destellar el radiante perfume de la ciudad francesa. Emilia hacía su acostumbrado pedido al servicio de hotel, un licor de manzanilla y copas para ambas. Mantuvo a Adelaida bebiendo por horas, reían a cada instante al recordar los momentos en que estaban juntas. Sin embargo el frío no dejaba de penetrar los curvilíneos cuerpos de las amigas que se observaban frente a frente. Se vieron obligadas a entrar y dejar la dulce brisa de la terraza. Emilia le hace una invitación a Adelaida, ofreciéndole dormir juntas. Como en los viejos tiempos, le dice. Ya en el lecho Adelaida se encontraba acariciando los brazos de Emilia, que se hallaba entre las piernas de su compañera abrazada de su cintura, envuelta en escarcha y sudor. Las sábanas de la habitación bañaban a Emilia, casi sin tocarla, y mezclando su piel con la suavidad de las rojas velas del cuarto. Adelaida comienza a besar a Emilia, se trataba del beso más candente y a la vez el más abrasador. Los labios se tocaban sin cesar, se hacían uno solo, parecía que se mutilaran cada vez que se juntaban, y terminaban en una muerte súbita entre ambas amigas que comenzaban a reír luego de besarse un largo rato. Tenían los labios rojos. La mano de Emilia alcanza el cabello de Adelaida, y con un sensual movimiento acerca, desde la punta de los rizos, pasando por el cuello y subiendo nuevamente, el rostro de su bella luciérnaga que comenzaba a llorar. Emilia intenta consolar las lágrimas de Adelaida. Cuando la primera gota de rocío se hizo presente cayendo sobre cada arbusto de la cuadra. Emilia y Adelaida ya estaban durmiendo, desnudas y abrazadas. Las velas de la habitación se habían apagado, dejando tras ellas una estela de color carmesí en toda la habitación. Las lágrimas de Adelaida ya estaban secas. La inmensa incertidumbre de Emilia con respecto al estado anímico de Adelaida hacía que las tensiones se hicieran presentes entre ambas. Adelaida yacía dormida y Emilia consolaba sus efímeros suspiros.

2 comentarios:

en efe eme dijo...

esto tiene imágenes desgarradoramente hermosas.


"noches de sequía carmesí", me mató.-


muá

nubeceleste dijo...

amiugui me gustó tu cuento, pero una de dos:
yo le cambiaría el nombre i escogeria un nuevo personaje para este cuento
O
seguiría escribiendo mas cuentos de adelaida
porqe me cuesta encontrar una coneccion U_U

te amo esposo eres el mejor escritor de cuentos esqisofrenicos *3*

des Roses